Pecados de la Noche by Sherrilyn Kenyon

Pecados de la Noche by Sherrilyn Kenyon

autor:Sherrilyn Kenyon
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Erótico, Romance, Fantástico, Novela
editor: eBooks Xibalba
publicado: 2016-09-02T06:00:00+00:00


13

Kyros entró en su casa con las manos temblorosas. No podía creer lo que había visto. Lo que había oído. Habían matado a Marco.

¡Ias estaba vivo!

Lo había estado durante todos esos siglos.

La ira y el dolor batallaron contra el alivio y la alegría. Sus emociones lo confundían hasta el extremo de que no sabía qué sentir ni qué pensar. En parte quería volver a abrazar a su antiguo amigo. Habían sido como hermanos. Se creaba un vínculo único entre dos hombres que se guardaban las espaldas mutuamente, que ponían sus vidas en manos del otro. Era un vínculo inquebrantable y universalmente reconocido. Un vínculo que ellos habían compartido.

¿Cuántas veces habían luchado codo con codo? ¿Cuántas veces habían marchado muertos de hambre y agotados hacia la batalla? Cada vez que uno caía herido, el otro lo protegía hasta que la lucha acababa y después atendía sus heridas.

Se habían guardado las espaldas en todo momento, se habían protegido mutuamente.

Jamás podría pagarle a Ias con dinero ni de ninguna otra forma todo lo que le debía. Era esa parte de sí mismo la que se alegraba de saber que estaba vivo.

Pero había otra parte que se sentía herida por la traición. ¿Cómo había podido sobrevivir y ocultárselo?

¿Cómo había sido capaz de hacer algo así?

¿Por qué lo había ocultado Aquerón? Él era el único que sabía cuánto le había afectado la muerte de Ias. Al principio ni siquiera fue capaz de pensar por el dolor. Se sentía responsable. Si le hubiera dicho lo de su mujer, no habría cometido el error de creer que ella lo amaba. Pero por aquel entonces sabía que Ias no habría sido capaz de enfrentarse a esa verdad, porque amaba a Liora por encima de todas las cosas.

El silencio le había costado la vida a él mismo. Porque había muerto protegiendo a Ias de Lycantes, el amante de Liora, la primera vez que intentó matar a su rival.

¿Por qué no se lo había dicho nunca?

Llevaba siglos soportando el peso de la culpa y del remordimiento, una carga tan pesada como la de Atlas. Podía contar con los dedos de una mano los días en los que no se había visto asaltado por el remordimiento a lo largo de esos nueve mil años.

Cada vez que un Cazador Oscuro hablaba de la posibilidad de liberarse, de encontrar a alguien que lo amara lo suficiente como para sostener el medallón que contenía su alma, recordaba a Ias.

Porque gracias a él existía la cláusula de rescisión. Sin él, ni Artemisa ni Aquerón, o quienquiera que la hubiera ideado, les habría permitido recuperar sus almas ni su libertad. Jamás.

Sin embargo y a pesar de todo, había algo de lo que no dudaba: Ias era incapaz de mentirle. Su amigo no haría algo así. Porque siempre había sido un hombre honorable.

El problema era que no sabía si ese hombre era el mismo Ias que él conoció siendo mortal.

—¿Qué estás haciendo?

Cuando alzó la mirada, descubrió a Stryker en el despacho, lugar al que él se encaminaba.



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